La rehén

Salió por la ranura de la puerta, a hurtadillas,

Con vaivenes. No supo bien por donde tirar,

La pobre ángel o demonio vaciló al mirar.

Una funambulista cayó por fin aterrorizada,

Resbaló por el abyecto párpado.

Yo, comencé a llorar.

 

>> Era tan pobre que el enterrador le dejó

Su nicho, aun sabiendo que no tenía aval.

Era tan, tan, tan pobre, que estuvo el gato

Que no sabía ni deletrear.

Era tan pobre que lo que quiso ser un entierro

Se convirtió en una muerte más.

 

Ya había llorado por él sin conocerlo,

Sufrido con él sin verlo.

Ya, ahora, sé quién es.

Ya, ahora, lo puedo ver.

Un puñado de huesos, una caja

Y un cordel.

 

Dije: déjame ser tú, tú, tuya.

No me respondió.

Dije: permíteme ser él, él, ello.

Y la caja crujió.

Le dije: déjame ser de ti y tú de mi.

Permíteme ver y ser vista.

Y me di cuenta: uno no puede

Hablar consigo mismo.

Y así otorgué nuestro eviterno silencio.

 

 

Mara
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