El Crepúsculo

Invítame a un gintonic, susurraste
desde un suculento carmín intenso
que jugaba un baile sutil y denso
entre tus dientes, nevado contraste.

Ingrávida en la pista contorneaste,
mientras dejabas dormido, suspenso,
el trayecto que marcaba el descenso
al infinito… Dónde me embrujaste.

A la vez que agarrabas mi entrepierna,
tu dedo en tu boca buscaba eterna
guerra fragante repleta de agravios.

Sueños de Praga y Venecia en el coche,
y en mi habitación empezó la noche
con mi virilidad entre tus labios…

Antonio Jesus
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