la máquina de follar
- publicado el 15/06/2014
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CARTA ENVENENADA
Baltimore, 8h. 1300 calle North Durham
Como cada mañana, Robert Dunnigan retiró del buzón de la puerta de su casa, la poca correspondencia que solía tener. Todavía en pijama, dado el excesivo calor que padecían, se preparó un zumo de piña y salió al pequeño mirador, donde se dispuso a leerla.
Al policía casi le salen los ojos de sus cuencas, al tropezar con una carta que no esperaba. «El Ángel de la Muerte» Era el firmante de la misma.
<<Inspector Jefe Dunnigan: No entiendo cómo siendo un reconocido detective, permite que la prensa alardee de saber más cosas de mí, que usted. Esos cantamañanas se creen ser tan inteligentes, que hasta se figuran saber cuándo me van a coger. Pero se me están inchando las narices ante tanta necedad, así que voy a proceder a castigarlos. Tomaré como víctima a su joven y rubia ayudante, si en el plazo de cuarenta y ocho horas no sale un comunicado suyo, en el que se diga que lo publicado sobre mi detención, es una falacia y que además no tienen pista alguna. Sino aténgase a las consecuencias.
En otro orden de cosas, se debe estar preguntando del porqué de mis actos. La respuesta es sencilla. Me gusta matar gente, porque resulta más divertido que hacerlo con animales salvajes. No, no es un acto de justicia o de castigo por lo que son, ya que su inocencia a la vista de los demás resulta real. Pero es una venganza por su trato hacia mi persona. Me odian, temen y hasta se esconden de mí. Cuando esto ocurre, en mi cerebro salta un clic, que me lleva a lastimarlos como ellos lo hacen conmigo.
El único momento de felicidad que he disfrutado, duró el tiempo de un suspiro. Ocurrió cuando conocí a Valentina, aunque pronto comprobé, que sus manos rechazaban las mías como si éstas estuviesen sucias, por lo que tuve que castigarla. Así, que una mañana la engañé y la conduje al bosque. Allí con un pequeño golpe en la cabeza la dejé aturdida. En su estado me fue fácil atarla entre varios árboles y dejarla tendida.
Con una cuchilla comencé a rasgar sus vestidos hasta dejarla desnuda. Cuando despertó suplicaba, no la hiciese nada. Pero de pronto mi vista se nubló y comencé a seccionarle los pezones. Más tarde los labios y así… hasta que su sangre encharcó la tierra sobre la que estaba tumbada.
Jefe Dunnigan, estoy convencido de que en algún momento me atrapará, pero mientras tanto continuaré mi caza, a la espera de que pueda encontrar una pista que le conduzca hasta mí. Buena suerte. El Ángel de la Muerte>>
El inspector se quedó meditando. Ahora tenía un grave problema. La agente Mary, a la que hacía referencia en su velada amenaza el asesino, era la hija del alcalde de la ciudad de Baltimore. Ante ésta situación decidió, que debía dar prioridad al tema del comunicada, quedando la persecución del criminal en un segundo término.
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