El espejo

 

 El antiguo espejo de los Cardeillac, encerraba una fábula que la abuela Elda narraba con mucha seriedad. A pesar de las esquinas gastadas, Rosa, la pequeña  de los Cardeillac, lograba un encuadre perfecto; cuanto más lisonjas a sus ojos, más se sentía fascinada por el reflejo de su imagen.

             Un día, mientras admiraba su belleza, su imagen la invitó a seguirla por los senderos multicolores que prometían devolverle su perfil multiplicado en arcos iridiscentes. Influenciada por las fábulas de la abuela, se negó rotundamente, pero ante el tentador segundo ofrecimiento, no pudo más que asentir, dejándose llevar por una fuerza mayor  a la de su propio razonamiento. Dio su primer paso y su pie desapareció dentro del espejo, el siguiente pie se acercaba al borde y no pudo contenerse más, dio otro paso y ya estaba en el mágico mundo de los reflejos, integrada completamente.

            Al principio se sintió muy feliz de poder absorber la luz que rápidamente se transformaba en su imagen, jugaba, daba vueltas, se repetía infinitamente una dentro de otra; maravillada ante la sinfonía de colores que provocaba su belleza, olvidó su propia esencia, abandonándose al deleite de sus formas.

         La noche llegó de prisa,  la luz se esfumó  dejándola atrapada en un mundo de oscuridad  del cual no podía salir; inútilmente, probó volver a su cuarto saltando el escalón del espejo pero no pudo hacerlo. Caminó algunos pasos perdiéndose en un mundo desconocido y oscuro.

            El amanecer la encontró dormida sobre el borde del espejo, al ver la luz, intentó  salir nuevamente, pero la solidez de su propia imagen se lo impedía.                                                                                                                                 

            Al otro lado, podía ver a sus hermanas buscándola por todos los rincones del cuarto, escuchaba el llanto de su madre y  la voz del padre gritando desesperado  su nombre en la ventana; sin embargo, ante el desconcierto de su desaparición, la abuela Elda se acercó al espejo alzando su dedo índice hacia la imagen, como en aquel día, casi un siglo atrás, en el que también  fue testigo de la terrible tragedia de la desaparición de su  vanidosa amiga.

Camila
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