LISTADO ABIERTO …

«El Hirak rifeño … un muchacho de 14 años se suma a la lista de los arrestados» (m.alyaoum24.com)

Ya eran las tres de la madrugada. Por fin, nuestro barrio volvió a su calma habitual después de un vibrante día de protestas y manifestaciones pacíficas contra los corruptos o, como se solía denominarlos eufemísticamente, contra «Arriba». Sin embargo, los inhabituales y tan insistentes ladridos de los perros sueltos de la calle me infundieron muchas ganas de saber qué pasaba fuera. Abri una brecha de entre las cortinas de la ventana y me di cuenta de que atacaban a tres furgonetas de policía.

Nadie se enteraba de cuándo vinieron ni desde cuándo estaban allí, salvo los perros que no le daban la bienvenida. Sólo en aquel momento, era cuando empezaron a agradarme mucho aquellos molestosos ladridos.

Un segundo después, una escuadra de veinte agentes de intervención rápida salió de un vehículo y se infiltró en el edificio de enfrente. Eran decididos, fornidos y bien sofisticados con ropajes negruzcos, chalecos antibalas y armas automáticas. Parecían aves depredadoras que desde lo alto caían en pícado totalmente en vertical con dirección a una guarida de conejos.
«¿Por qué tantos refuerzos con tantas armaduras?¿Quizás hayan detectado un nido de terroristas? Espero que así sea, para el bien de todos». -pensé.

En nada más veinte segundos, se oyeron sucesivamente brutales porrazos seguidos de la destrucción de una puerta, después otra y, luego, los gritos de un hombre, bramidos bestiales, lastimosos lamentos de una mujer y llantos de un niño aterrorizado ennegrecieron más aquella noche pesadillesca.

Enfoqué la vista hacia la puerta central del edificio y lo que cupo mi mirada era que los secuestradores salían arrastrando a un muchacho de unos catorce años con las manos atadas a la espalda. No podía defenderse, era una hoja blanca recientemente arrancada de un libro de historia volando violentamente en un fuerte remolino de arena. No pude sostenerme de pie, sentí plomo en mis rodillas y enormes explosiones en mi mente, en mi corazón, en mi estómago y en mi hígado.

Fin

Mustapha Handar
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