Halukh era un hombre de cromagnon, vivía en el año 15.000 a.C. en la zona de las montañas cántabras cercanas al río Pas, y más concretamente en el monte del Castillo. Allí no había castillo ninguno, de hecho él no sabía que narices era un castillo, lo más que había eran ciervos y algún oso pardo.

Entró en su cueva,… en la entrada estaban casi todos los del clan,… Su madre curtía pieles, con su hermana que afilaba lo que usaban como punzón para luego hilarlas y transformarlas en ropajes. Su padre había marchado hacía tiempo a cazar una cierva, asi que de él no sabía nada. Y su abuelo… ¿Y su abuelo?…

Su madre le hizo un gesto hacia la parte trasera de la cueva,… claro, el abuelo estaba pintando al final. Agarró una de las viejas lámparas de tuétano que había en la entrada, pues internarse en la cueva implicaba internarse en la oscuridad.

El abuelo, desde que nació la hermana pequeña de Halukh, se dedicaba a rezar a los dioses caseros y a dibujar ciervas y manos en la parte trasera de la cueva. Allí, donde los restos del río subterráneo creaban increíbles cascadas geológicas y estalag»comosellamaran». No le habían dejado entrar desde que era chico, porque había robado un aerosol de óxido de hierro y había pintado su mano en uno de los pasillos más angostos. Pero despues de demostrar que ya era un adulto, tras cazar un ciervo macho adulto él sólo, tenía acceso libre a todas las salas. Asi pues se adentró en las profundidades…

Podía ver gracias a la luz de la antorcha que sujeteba en la mano, pero el humo era muy molesto. Encendió una lampara de tuétano y continuó hacia la oscuridad. Alli estaba su abuelo. Dibujando como siempre. Al acercarse le dijo que se sentara a su lado y le dijo:

– Halukh, se me ha aparecido un hombre. Tenía el pelo limpio y oculto. Ademas, llevaba un cartel con signos como estos en el tapapechos. – Halukh miró desorientado unos simbolos extraños sobre la pared – Me dijo que el mundo futuro iba a ser mejor. Que la luz inundaria todo, y algo de una A con un punto verde, que ayuda a que el mundo no se muera. Según conseguí entender, el frio inundará  comida  en abundancia y de ella saldrán, con olivas y metales, diversos platos variados. No sé a que se referia, pero el caso es que este personaje azul me ha dado que pensar. Tenemos que irnos de aqui.

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El arqueólogo cogió una espátula y comenzó a rallar la pared, tratando de borrar lo que allí había escrito. No debía salir a la luz, nadie debía conocer eso. Era su misión conservar el pasado como era. No debía dejar que se supiera.

Poco a poco lo fue consiguiendo. El nombre se había borrado. Ahora sólo quedaba el otro… Carrefour.

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