ANTIGUA – 25 de Julio de 2009 (3ª DE 3)

Óscar, sin decir palabra, fue hacia la cocina. Estaba hecho un asco: ojeras, la ropa raída, restos de vómito en su mejilla izquierda (y en el suelo de su cuarto). Ni siquiera nos miró a mí, que seguía observando toda la escena desde la puerta de mi habitación, ni a Olga, que estaba en el interior de la cocina. Puede que se hubiera enterado de lo que pasó durante la noche, ya que su cara era extremadamente seria. Olga, a la que podía ver desde donde estaba, tenía una expresión de miedo, sospecho que debido a que tenía los mismos temores que yo.

No sé qué haría Óscar si supiera algo como que me acosté con su hermana, y no quiero saberlo. Óscar es muy buena persona, pero es muy celoso por lo general, y por lo que me ha contado de sus juergas en el pueblo, con su hermana lo es en particular. Me contó que una vez, con dieciséis años, le partió la clavícula a un tío tres años y tres cabezas (exageró) mayor. Por lo visto el tipo se lo merecía. Había insultado a Olga delante de todos sus amigos, diciendo que era una “zorra que no sabía ni dónde tenía las bragas”. Recuerdo que Óscar me dijo estas palabras exactamente.

Claro, que esto me hace pensar que quizás Olga no es la novia ideal. Lo que me hace sentirme un poco usado, por qué no decirlo. Posiblemente yo sea uno de tantos con los que se ha divertido a costa de los cuernos de su ignorante (e ignorado) novio. Casi me alivia pensar que va a abortar. Me alegro por el pobre novio, claro.

Aunque, para no ser hipócritas, diré que si hubiera sabido antes de acostarme con Olga que tenía novio, probablemente lo hubiera hecho igual. No es mi problema, sino de ella. Y si algo me hubiera echado para atrás, sería el hecho de que es la hermana de Óscar. Pero, visto lo visto, esto tampoco me importó.

El caso es que Óscar tenía una cara de pocos amigos que no daba mucha confianza. Claro, que mi temor se disipó cuando vi que palidecía y vomitaba en medio del salón. Olga también parecía aliviada, y a la vez asqueada, cuando Óscar se irguió y dijo:

–Puajjj… Joder, hermanita, con lo a gusto que estaba en la cama. Dios, qué resaca.

Y dicho esto, se arrastró a la cocina, donde empezó a preparar café para todos.

Como yo no tenía demasiado apetito, y la escena que acababa de ver me lo había terminado de quitar, pensé que mejor era poner tierra de por medio. Al fin y al cabo, Óscar y Olga tendrían muchas cosas de que hablar. Así que, expresando mi deseo de quedarme, dije que no tenía más remedio que irme, que tenía muchas cosas que hacer, y que ya tomaría algo por ahí. Olga no puso mucha resistencia, pues estaba limpiando quejosamente la vomitona del suelo, lo que sin duda distrajo su atención de lo que yo decía; y Óscar expresó su conformidad con un leve eructo, mientras daba un gran sorbo a su taza de café recién disuelto. Así que recogí mis cosas, y metí en mi mochila un par de cuadernos, apuntes, unos bolígrafos, un portaminas, con recambios, la calculadora, el libro que me estaba leyendo, Yo, Claudio, de Robert Graves, y la Nintendo DS, recién cargadita. Había quedado con Jolín en la biblioteca de la facultad, para estudiar. Él no es que tenga demasiado que estudiar, más bien nada. Había aprobado todo en junio, y septiembre para él no era más que otro mes de vacaciones. Pero el muy capullito quería ir adelantándose para las asignaturas del curso que viene. Pese a que era bastante estudioso, jamás había visto a Jo­lín concentrarse más de media hora seguida. Nuestras quedadas en la biblioteca consistían en pequeños ratos de estudio y sobretodo buenas dosis de café y charlas en la cafetería. De hecho, en ella estoy, esperándole. No es que sea muy puntual, pero así he aprovechado para ir rellenando otro par de páginas más de mi diario.

Yizeh. 2009

Yizeh Castejón
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4 Comentarios

  1. Zilniya dice:

    Jajjajaja, y la DS también! A ver qué pasa ahora…

  2. Champinon dice:

    Venga hombre!! Avanza ya!

  3. LBD dice:

    Sabes que la palabra quejosa no existe? Es quejicosa, supongo, la que buscas.

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