¿Árboles, Marx? ¿Qué enfermedad padezco?

Fijemonos en los árboles, pasan ante nuestros hocicos dejando un sin fin de olores a „buenos dias, señor“ y a baberos de proto-burguesía. Y yo le digo al señor Árbol: ¿¡Y dónde están nuestros derechos?! ¿Se puede saber? No, se creen que pueden escapar de la tala. ¡Serán indecentes! Y luego con esos aires de no haber quemado un altar. Si me permiten la comparación, me recuerdan al agrado de la linea recta aromatizada; tiene profundidades pandimensionales la linea, pero es un efecto olorífico despues de todo, efectuado quizá en algún rincón de la caverna de Orpheo, un viejo labrador del aceite, constructor de arquitecturas grasas y filántropo de animales. Ser filantropo de animales no se desarrolla, en propio porvenir de autogerminación, sin dificultades; si se le deja vivir en una vieja cueva de aceite. Concretizando a nivel de compresión gradacional entre advenimientos de valores de respectivas liposolubilidades de animal en medio, pude observar dicho proceso paso a paso en fragmentación infinitesimal convertido en fotografía atemporal e inefable de un infinito de infinita existencia en los recuerdos vivencias y proyecciónes mentales de fragmentos de caspa o como diría Marx „De materialismos lingüisticos en el proceder de la burguesía del cuero cavelludo occipital“

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