Almíbar

Almíbar. Así sabía tu boca. Aún sediento, tras haber bebido de tu cuerpo, me imaginaba saciándome en ti, que no contigo. Quizá, ese sentimiento egoísta fue consecuencia de la ingente felicidad que me hiciste sentir, y que nunca quise compartir con nadie, ni siquiera contigo, por temor a perderla. Tal vez por eso, por mi individualismo, nunca supe complacerte ni dedicarte el tiempo que tú me dedicabas a mí. Eras buena, muy buena. Por eso, tendrás un sitio en la historia y en los recuerdos de la gente, y una multitud de llantos acolcharán tu lecho fúnebre. Yo posiblemente sólo tenga recuerdos y, a lo sumo, remordimientos. Nada más.

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