El fin de los tiempos

La decrépita figura, envuelta en su túnica negra, se sienta en un trono de cenizas que incluso a ella se le antoja macabro. Guerras, epidemias, genocidios… odio. Apoya el mentón en su mano. Negros pensamientos de un niño que ha roto su juguete. “Quizá se me fue la mano”. Después alza la vista hacia un devastado horizonte mientras sonríe de medio lado. Amarga sonrisa que no esconde ni alegría ni tristeza. Ni siquiera arrepentimiento. Y por primera vez, desde el principio de los tiempos, se siente terriblemente sola…

Dani San
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