Carta: Después de tanto tiempo

 

Tengo que contarte una cosa ahora que ha pasado el tiempo, ahora vengo para revelarte… qué se yo, un montón de historias donde fuiste el protagonista y jamás lo supiste. Vengo a arrancarme ese pequeño grillete que dejaste amarrado en la punta de mi corazón y que me impide seguir adelante. ¿Sabes? Siempre he tenido la llave pero me ha faltado valor suficiente para arrancarte definitivamente de mí.

Quizá tampoco lo recuerdes sin embargo yo sigo sin poder olvidarlo. Estábamos en aquella habitación iluminada solamente por la luz de un flexo que apagué cuando te fuiste… yo no sabía por qué vena me estaba desangrando, pero no podía evitar sentir cómo poco a poco la vida se me iba por esa herida que había abierto tu primera palabra de despedida. Es como esas veces en la que, dormido… tienes una pesadilla y sabes que acabarás despertando, pero esta vez no había final feliz después del susto. Yo seguía allí paralizada horas después de que tú hubieras ido. Aún tus palabras resonaban en mi cabeza. ¿Qué extraño verdad? No podía suponer que eran las últimas. Estaba ahí, en medio de unas paredes que habían visto otras veces cómo me desnudabas sin darme tiempo a pensármelo dos veces. En pie, durante horas… preguntándome cuándo pararían las cataratas que nacían en mis ojos y acababan en un charco a mis pies. No recuerdo nada más de aquella noche, porque lo peor vino después de aquella pesadilla.

Detrás de un día llegaba otro igual de vacío que el anterior. Empecé a escribirte, maldecirte en cada verso pensando que era agua oxigenada para mis heridas, quería hacerte daño con cada palabra para que pudieras sentir una mínima parte de mi dolor, pero sólo conseguía hundirme más en mis huesos que estaban cansados de sujetarme en pie. Tú… tú no podías saber nada, y supongo que entre líneas suponías que aún te quería. Yo sólo podía escribir y era digno espectáculo para otros que aplaudían las rimas sin sospechar lo que había detrás de cada una de ellas, ¿Acaso podían imaginarse que bajaba al infierno todas las noches para recoger algo de tu recuerdo y traerlo de vuelta en forma de metáfora? No, claro que no, volvía a hundirme cada vez que te insultaba, te adulaba o incluso confesaba que esperaba tu regreso. Ni siquiera eso me saciaba, continuaba mirando una foto que me negaba a rajar escondida en mi mesita de noche al igual que tu última caricia guardada sobre mi piel. Me ahogaba… me ahogaba en mi propio océano. Sentía cómo si tú hubieras sido el capitán de nuestro barco, de nuestra historia, y sin piedad me hubieras lanzado al agua. Yo, sin bote salvavidas, esperaba pacientemente a que regresaras para darme oxígeno, pero no, continuaba inundándome cada vez más sin poder hacer nada para salvar mi vida.

Regresaba a todos los lugares donde había sido feliz contigo. Me sentaba a esperarte ingenuamente por si acaso te arrepentías de todo, no… nunca viniste y al final llegó el invierno y el calor de otros abrazos que pensaban que yo merecía la pena. ¿Qué triste, verdad? A veces me querían por mis escritos preguntándome quién eras. Ofrecí a cada uno aquello que querían escuchar. Era tan fácil hacer que se creyeran que eran únicos para mí, pero yo te veía… te veía a unos metros más atrás de nosotros sentado, mirando el cielo como tantas veces te había visto hacerlo.  Sonreía, y ellos me preguntaban por qué. Mirándoles, sin quitar aún esa sonrisa de mis labios, mentía para hacerles sentir especiales…

Y así llenaba vacíos esperando que tuvieran efectos curativos, pero sólo eran pequeños sedantes cuyo efecto se perdía cuando volvía de nuevo a mis sábanas y recordaba lo que te gustaba arroparte hasta las orejas y buscar mi nuca para sentir cómo el vello de mis brazos se erizaba. ¿Te acuerdas? Aprieto la almohada fuerte para espantar tu demonio… pero no siempre lo consigo. Acabas volviendo en forma de sueño o en forma de verso… qué más da, a veces creo que me he acostumbrado a este dolor visceral que supone besarte en forma de letras o mientras duermo…

Ha pasado el tiempo, es verdad… pero aún imagino que sigues aquí como aquellos segundos donde el primer “te quiero” salió de tus labios mezclándose con el frío primaveral. Sigo aquí, creyendo en aquel “para siempre” que debía durar hasta la muerte, y que sólo duró hasta la mía. Ya ves con qué poco me conformo para vivir, me valen las sobras del futuro que me imagino muchas veces antes de irme a dormir. Recreo en mi mente instantes que podrían haber sucedido o que sucedieron… no lo sé, a veces los recuerdos me juegan malas pasadas y creo que sólo soy capaz de recordar lo que nunca pasó realmente.

Y ya ves, mis poemas no hablan ya del dolor profundo que me causó tu despedida. Tampoco te piden que vuelvas a rellenar mis días de momentos que me desborden de alegría. No, tampoco maldicen el poco amor que me diste, ni lo sola que me sentía a veces aun estando contigo. No… vida mía, no hablan de futuros que ya no se cumplirán, ni siquiera del color de tus ojos que conseguían dejarme paralizada. ¿Sabes que dicen? Hablan de otras personas, de otros nombres, de otras historias pero bajo los sentimientos que yo sentía cuando estaba contigo.

 

Tengo que contarte una cosa ahora que ha pasado el tiempo… y no, no te echo de menos… ya no… sólo echo de menos a la idea de amor perfecto que tenía y  que se rompió el día que apagué la luz del flexo de mi habitación para siempre.

 

 

 

Orion
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2 Comentarios

  1. Victoria Permuy dice:

    Hola Orión, me encantó tu carta… me encantan las cartas, ya he visto que las has propuesto, yo he hecho lo mismo y ví que te habías adelantado, de lo que me alegré. Sigo leyéndote. Un abrazo.

    1. Orion dice:

      ¡Hola Victoria! Me alegro un montón de que te gustara, a mí también me gusta mucho este género que por desgracia se está perdiendo. Esperemos que pronto abran este género (ahí, ahí… dejándolo caer jeje). Seguimos leyéndonos por aquí, aunque la verdad apenas me meto por falta de tiempo 🙁
      Saludos desde la Mancha !

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