Dulce Rebeca

Señor Sanz:

Quizás usted pensará que todo lo que viene a continuación no tiene sentido, es más, estoy seguro de que se hará muchas preguntas al respecto.

Era exageradamente excitante hacerlo, no había una experiencia igual, los ojos incrédulos de terror, los músculos tensos, el eco sordo del retumbar de su corazón, el castañeteo de los dientes…miles de suplicas he tenido que escuchar, a cuál de ellas más morbosa para mi insaciable apetito. ¿Sabe?, es asombrosa la capacidad que tiene el cuerpo humano para soportar el dolor. Manchar con su sangre mi cuchillo es algo indescriptible, solo de pensarlo…podrá usted comprender que tan suculento bocado, incremente enormemente mis ganas de comer, ¿Usted nunca ha visto un jamón, mientras paseaba por un supermercado, y le han dado ganas de probarlo?, Creo firmemente que no se puede juzgar a una persona por saciar sus ganas de comer.

Me encanta empezar siempre por debajo del esternón y en dirección horizontal hasta el ombligo, pero solamente hasta el ombligo, no me como la guinda del pastel hasta el final. Normalmente con esa pequeña abertura sirve para desmantelar a la persona en cuestión, aunque no le voy a negar que una vez que inició mi obra, mis instintos más primarios me dominan, y alguna vez que otra termina todo bastante sucio y desordenado. Obviamente no ignoro, que usted pensará que lo que hago es algo enfermizo. He de argumentar en mi favor, que la capacidad que posee el ser humano para razonar y analizar las cosas, de manera que todo se debe realizar de un método éticamente y políticamente correcto, lo convierte en un ser débil. ¿Qué le hace a usted mejor persona que yo? ¿Acatar sin dudar lo que se considera correcto? ¿Seguir al rebaño de ovejas sin preguntarse si quiera hacia dónde se dirige?

Sois repugnantes, asquerosamente correctos, asquerosamente perfectos, asquerosamente sociales, os levantáis cada día de la puta cama para llenar las horas vacías de vuestra efímera existencia, en un sucio trabajo que ni siquiera os agrada. Quizás un día le dais una moneda a un vagabundo para limpiar vuestras malditas conciencias, y pensar así, que sois mejores personas.

En cambio yo decidí no tener conciencia. Decidí ser la oveja negra del gran rebaño. No dejaré que la vida me atropelle sin antes darle unas cuantas patadas.

¿Sabe?, Le enviaré el video que grabé de mi última obra. ¡Dios mío, como chillaba cuando despedazaba su muslo interior a bocados! ¡Vaya que si chillaba!

Finalmente se preguntara usted el motivo por el cual le escribo. No crea que es broma. No crea que no va en serio. Aún me queda una cosa por probar. Uno de los platos prohibidos que nunca he incluido en mi obra. La pequeña Rebeca, ¡Que delicia!, Le dejaré tiempo, juegue mucho con ella en el parque, acaricie su melena, y sobre todo, despídase de ella, Ahora será mi pequeña Rebeca.

 

Quoiva.

Ivan Gomez Fernandez
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