Pensamientos de la locura

Tras esos barrotes la vida parecía una visión irreal, ese cielo parecía una pintura sobre un lienzo que, en cualquier momento quitarían de ahí. Y es que para un esquizofrénico cualquier cosa es irreal, desde que comes hasta las personas muertas que, en ocasiones veía caminando por el patio trasero de ese edificio.
Recuerdo que odiaba estar con la gente, pensaba que la gente estaba podrida, que no tenían alma,que la sociedad se iba a la mierda. Para todos ellos yo era el enfermo adolescente de la 435, pero, el error que cometieron fue el no pensar que yo era persona, y eso hizo que yo pensase así. Y día tras día me apoyaba en la pared grisácea de mi habitación (si esque así puede llamarse) y hacía mis reflexiones diarias.
Todos los días eran iguales, nos levantaban, nos vestían, desayunábamos, y hora de visitas, esa monótona rutina creó en mi un vacío. El ver que las personas tenían visita, el ver que las personas tenían a alguien en quien apoyarse que no fuesen espejismos, ese era el vacío, yo tenía un vacío de amor. Porque, a fin de cuentas, yo era un adolescente, quería reir, llorar, amar, probar cosas nuevas y quería, ansiaba y desaba vivir mi vida, yo quería salir, quería gritar al mundo lo que pensaba de él, y en cambio… solo era un flacucho débil y cobarde que no hablaba ni en las sesiones de ayuda, pero yo quería, y eso fue lo primero que tuve, yo tenía una meta.
Conseguí una hoja de papel y un lápiz, pensé que si podía pensar algo, podría expresarlo de alguna manera, fue entonces cuando incluí el dibujar a mi rutina. Cada noche, sacaba esa hoja y el lápiz y hacía de ellos un portal y una llave a una realidad paralela en la que solo reinaba la calma. Yo no pensaba, solo dejaba que mi mano deslizase el lápiz por el papel, de tal modo, que, a la mañana siguiente, veía borrones de distinta tonalidad negruzca en la hoja. Y fueron pasando los días, y las hojas se amontonaban en una esquina.
Y un día, en medio de una sesión de ayuda, sonreí, yo sonreí, y me sentí orgulloso. Esa pequeña sonrisa había hecho que me sintiese mejor, en ese momente, el efecto de las pastillas que nos daban se esfumó y pude ver que es lo que pasaba.
Hice de mi habitación un búnker y le declaré la guerra a la sociedad. Me dí cuenta de que los mas importantes cargos se peleaban por dinero, que los tópicos y cánones de belleza estaban aún demasiado presentes en nuestras vidas, el tiempo se ponía por detrás de cosas materiales, y el ser humano se volvía cada vez más peligroso para los de su especie. Yo no era alguien conocido, ni alguien importante, pero tenía un sueño y una meta, y era todo lo que necesitaba.
Pegué todos mis garabatos por los pasillos para que los demás se diesesn cuenta de que rendirse no era la solución, podían, al menos, sonreír, y hcer de esto un lugar libre de cabizbajos sin agallas para afrontar las cosas.
Me acuerdo que pasados unos meses, un reportero vino a nuestro pisquiátrico y vio los carteles, después de varios dias, decidieron grabar y preguntaron quien había sido el creador de ese movimiento. Hubo silencio. Hubo miradas incómodas, nadie sabía quien había sido, me acuerdo que pensé en callar, como siempre, pero me acordé de comoempezó todo, me acordé de que decidí expresarme. Un «he sido yo» y un paso mio rompieron el silencio, miles de murmullos sobre el enfermo de la 435 empezaron a oirse, pero me daba igual, yo estaba feliz.
Y aún resuenan en mi cabeza las palabras con las que contesté al entrevistador.
-¿Por qué decidiste hacer esto?
-Porque era necesario alguien para empezar a cambiar el mundo
-Pero si solo eres un enfermo.
-Da igual tamaño de la persona, lo importante, es el tamaño de la voluntad de esta.

Kihone
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