Despertar

6:58:32 h. Abrió los ojos despacio y miró el reloj. Aún faltaban unos minutos. Se estiró completamente bajo el edredón nórdico que le cubría y con un movimiento pausado del pie lo dejó caer al suelo.


6:59:16 h. Permaneció impasible unos momentos mirando la lámpara que colgaba del techo mientras que el aire fresco de la mañana le acariciaba la totalidad de su cuerpo desnudo y los tímidos rayos del sol que se filtraban entre las rendijas de la persiana a medio bajar se proyectaban en la pared opuesta. Quería aprovechar al máximo estos momentos que le quedaban.


7:00:00 h. En el despertador comenzó a sonar la misma emisora de radio de todas las mañanas y su mujer empezó a moverse lentamente buscando, aún adormilada, el botón para bajar el volumen de la radio. Con un movimiento rápido se sentó en la cama y volvió a desperezarse. Se pasó la mano por la nuca. Todavía faltaban tres días para que se cumplieran cuatro años de ese fatídico día pero, a pesar de todo el tiempo que ya había transcurrido, aún no lograba acostumbrarse a la idea de estar muerto.


7:00:08 h. Bostezando, se puso de pie y atravesó la pared del que, no hace muchos años atrás, fuera su dormitorio.

Nacho Saavedra
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