Agua

Yo le decía a mi hermano, en tono confesional, que el mundo abundaba en idiotas peligrosos, que son la clase de idiotas que creen fervientemente tener razón. Ese, le decía, era un descubrimiento reciente para mí. La guerra nos salpicaba sangre en las narices y los canales de TV mostraban una sólida y teatral estafa. Llené su vaso y el mío con cerveza y noté en sus ojos el mismo anhelo de sumirse en la conversación. Mi hermano, tan joven y búdico, hablaba del amor como de partituras rotas. Las partituras eran cárceles de oro que él sabía romper con una maestría que parecía ingenua. Su cráneo perfecto de raso cabello, era parte de una hermosa unidad. El amor, me decía, él, que lo conocía, es como el viento de la creación. Te atraviesa y si te pones necio, te golpea, sigue su curso. No puedes ser su dueño nunca.

Bebía y me contaba de un experimento hecho por un japonés que sonaba piezas musicales para el agua, luego la congelaba y el hielo registraba un universo de formas análogas a la composición; según mi hermano, que entonces era aún estudiante del conservatorio, inclusive podía hacerse un figurativo análisis musicológico con el movimiento capturado por el hielo. Luego el japonés probó hablarle de amor al agua, y también la congeló. Allí encontró la danza de su corazón hecha cristales. Mi hermano concluía, con inquietante rigor, que la sensibilidad es patrimonio de todos los seres vivos porque la materia viva está hecha de agua; mientras tanto, yo bebía un largísimo sorbo de cerveza pensando que tenía un hermano presocrático. Aquel líquido dorado desdibujó el paso del tiempo y vi a mi hermano siendo niño y preguntándole a nuestro padre, un bebedor, por qué bebía. Mi padre, el gran fabulador, le respondió: yo bebo porque tengo sed.

La música nos deslizó a la risa, pero de pronto otra historia encausa la conversación. Él cuenta que una vez deseó ser agua con el agua; he visto como las olas lamen sus huellas en la arena mientras camina rumbo al mar. Introdujo en él su hermosa cabeza, luego su entero cuerpo de saeta. Lo envolvió la corriente, y luego el silencio de las caracolas. Después de un largo tiempo emergió. Alzó los ojos; encontró ante sí un escollo y sobre aquel la silueta delgada de Dusan quien lo aguardaba con sus ojos de ave. Dusan es nuestro hermano, Dusan lo ha salvado de morir. Pensé que sólo su nombre permanecería incólume, lo encontré parado como un lirio brillante en la penumbra de la guerra. Pero los nombres también se desvanecen ante la belleza inexplicable del mar, las palabras brotan como lágrimas y se funden con él.

Javier Revolo
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6 Comentarios

  1. xplorador dice:

    Este pequeño relato es muy bueno. Me parece un acierto el tono confidencial que le das. Me gusta la forma tan sutil que tienes de transmitir sensaciones o simplemente interrogantes. No caes en tópicos o arrebatos adolescentes, y eso se agradece mucho.

    Podría decir muchas cosas más, pero seguramente no diría nada que no hayas dicho tú.

    1. Xplorador:
      Gracias!! Me alegro que te guste el relato. Seguro me resulta dificil caer en arrebatos adolescentes por que ya no lo soy hace tiempo(es broma, se muy bien a que te refieres, se puede ser anciano y seguir cayendo alli)en todo caso esos arrebatos a veces tienen gracia.
      Un abrazo

  2. xplorador dice:

    Está en nuestra naturaleza entender el universo a través del velo del amor, así que estamos forzados a percibir una realidad distorsionada por nosotros mismos. Nuestras relaciones se basan en el amor, las explicaciones que hemos creado para explicar los misterios, tammbién. Es más, nos comunicamos con lo que nos rodea a través de la curiosidad, ¿y no es la curiosidad el principio del amor? Como si toda esa armonía, perfección y misterio nos sonrieran cuando intentamos alcanzarlos, comprenderlos y ponerles nombre.

    No sé si la sensibilidad es patrimonio de todos los seres vivos, o si el amor modula cómo cristalizará el agua al congelarse. Creo que no podemos saberlo. Pero podemos seguir aprendiendo y amando.

  3. Xplorador:
    Bellas palabras dices cuando:»Está en nuestra naturaleza entender el universo a través del velo del amor.» aunque creo que no se pueda entender ni el universo ni el amor sirva para ello. Una gran certeza para mi -y veo que para ti tambien- es que la curiosidad es un elemento importante de la relacion de amor.
    La sensibilidad que nos da la vida -desde la ameba hasta las ballenas- puede que este de algun modo relacionada con el agua que forma parte de nuestra composicion bioquimica, en caso de ser asi, algo de cierto puede haber en la tesis del cientifico que congela frascos con agua a los cuales ha sometido previamente a sinfonias o canciones de amor para ver despues, entre sus cristales, las formas que se ocasionan con esas vibraciones en su seno.
    Un abrazo

  4. sibisse12 dice:

    Yo seré más breve y solo puede decir que me ha gustado, sobre todo la forma del contar el final

  5. Hola Sibisse: Con tu brevedad me quedo y agradezco tu lectura.
    Un abrazo

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