El olvido y la memoria

Como siempre, el olvido trataba de recordar algo, aunque fuese un recuerdo trivial. Pero todo era en vano. Se encontró con la memoria, que lloraba desconsoladamente.
— ¿Por qué lloras?
— ¡Ay de mí! —Sollozó la memoria— Recuerdo muchas cosas del pasado, pero, por mucho que quiera, no puedo olvidarme de todo lo malo. De todo lo que me duele.
—Al menos tú tienes algo que recordar —dijo el olvido, tratando de consolarla—. Yo, por mucho que lo pretenda, no me acuerdo ni de lo que hice ayer.
—Pero tú eres afortunado. ¡No hay nada que te atormente!
—Bueno, ya que tienes la virtud de recordarlo todo, supongo que habrá algo positivo entre tus recuerdos.
Al oír esto, la memoria interrumpió su llanto.
—Ahora que lo dices… ¡Tienes razón! Gracias por escucharme. A partir de ahora tendré presente lo que acabas de decir.
Pero el olvido ya no recordaba por qué la memoria se mostró agradecida. La dejó sumida en sus recuerdos y, nuevamente, trató de recordar algo. Como siempre, todo era en vano.

Ursula M. A.
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