Unas vacaciones diferentes

Hacía tiempo que él soñaba con viajar a algún país de Sudamérica. Y en cuanto le dieron las vacaciones, voló rumbo a Colombia, deseoso de encontrarse en un ambiente tropical.
Pero no quería hacer turismo en las zonas más conocidas de la capital, como hizo en otros lugares con sus amigos. Tenía interés por estar cerca de la gente y su cultura. Y, sin dudarlo, alquiló un auto. Recorrer kilómetros por su cuenta le hacía sentirse libre como un pájaro.
Al llegar a la zona del Atlántico, se encontró con una Colombia que no aparece en ningún anuncio ni folleto turístico. Llegó a sentir tristeza por la pobreza existente en las calles, pero también descubrió algo que trasmitía esperanza. Vio a unos hombres que construían una parcela o algo por el estilo, probablemente se usaría como almacén.
El turista detuvo el vehículo a un lado de la calle. Contempló que todos ellos trabajaban sin prisa pero sin pausa, cooperando y, sobre todo, llenos de ilusión. Quiso saber a qué se destinaría tal construcción. Con total confianza, unos habitantes de la zona le hicieron saber que no hacía mucho hubo una inundación, la cual causó que los fermentadores de cacao se echaran a perder. Poco después se iniciaron unas labores de reconstrucción, con el fin de evitar la ruina total del pueblo al no realizar su actividad principal: la fermentación del cacao.
A pesar de los buenos actos, comentaron que la ayuda aportada no era suficiente. Él sabía que seguir adelante era difícil, pero no imposible si se coopera. Totalmente decidido, se acercó para integrarse en aquel grupo que arrojaba una luz de esperanza.

Ursula M. A.
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