Frágil
- publicado el 28/12/2009
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Recuerdos de familia (prólogo)
Cuando Eduardo –o Eddie para los amigos– salió a recoger el diario al porche de la casa vio a Roberto, su vecino, y se sintió inmensamente conmovido por su situación. Después de todo habían sido vecinos por mucho tiempo y para el viejo era el hijo que nunca había tenido. Había perdido a su familia unos meses atrás en un accidente de tránsito que había obtenido una mención de diez segundos en un noticiero del pueblo y “el más sentido pésame” del conductor, que inmediatamente después ponía en su maquillada cara una la típica sonrisa de presentador para hablar del nuevo zoológico que abriría en… bueno eso no importa. Y el funeral había sido igual si no más trágico que la muerte de su familia: nadie se había presentado, excepto Eddie.
Y eso no había sido todo. También perdió su trabajo por el estado de shock que los doctores habían dicho que no duraría más de un par de días, pero que en el caso de Roberto había durado mucho más. Eddy intentó contactar a la familia del viejo, pero solo logró conseguir que enviaran flores. ¡Malditos egoístas imbéciles!, pensó Eduardo arrugando en una mano el diario que acababa de recoger. Se tranquilizo, aunque sintiéndose culpable, pensando que esas cosas no le habían pasado a él.
Sin embargo, desde hace unos días Roberto había recuperado su antigua alegría: saludaba con la sonrisa del hombre que se siente feliz con su vida a todos en el vecindario, que le devolvían una sonrisa sorprendida. Por ejemplo, en ese momento se encontraba trabajando en el jardín que antes había trabajado se esposa como si el ultimo par de meses hubieran sido vacaciones. Tarareaba la canción con que acostaba a su hija –el mismo Eddie se le había cantado en algún momento–. Hu hu hum hu hu hum. Podaba la los setos de la cerca, regaba las flores alineadas frente a la ventana de la cocina. Tarareaba un poco más. Ahora usaba sus manos para hacer surcos en la tierra y sembrar las semillas. Realmente estaba feliz, fuera cual fuese la razón.
Se paso una mano enguantada por su frente sudorosa. En ese momento se levanto, vio que Eddie lo estaba mirando y levanto una mano en señal de saludo. Después guardó sus herramientas y entro a su casa por la puerta del patio.
Eddie se quedó un momento más mirando el jardín de Roberto antes había sido de su esposa. El grito de su propia esposa lo saco de su estupor.
–Sí cariño, ya me voy –dijo entrando a su casa sonriente.
No había porque preocuparse por el viejo Roberto. Lo había superado.
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Bueno, este es el prólogo de un relato en el que estoy trabajando. Tal vez la proxima semana publique los siguientes capitulos.
Dejen sus comentarios.
De momento parece que todo está en calma. Espero a los siguientes caps.!
Tiene muy buena pinta. Estoy deseando leer los siguientes capitulos 😀
Creas un poco de intriga con la sorprendente recuperación de Roberto. Pero la última frase parece una conclusión cortante sin más. Menos mal que avisas de que hay más capítulos. 🙂